sábado, 9 de noviembre de 2013

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

En este Domingo XXVIII del tiempo ordinario, la Palabra del Señor en la primera Lectura de             2 Reyes 5,14-17 nos invita a 
Nahamán bañándose en el Río Jordán
reconocer a Dios como el todo poderoso
, el que obra en el hombre. Nahamán era apreciado, pudiente, con autoridad, pero padecía de lepra, enfermedad que lo despoja de toda clase de títulos y lo obliga a inclinarse ante Dios; uno de los requisitos que le pone el Profeta Elíseo es de bañarse siete veces en el río Jordán; lo que significa trabajar por la perfección, limpiarse, purificarse, comenzar una vida nueva. Cuando sucede esto, nos pasa como a Nahamán: reconoce al Señor como el todo poderoso; pero el profeta Elíseo deja claro que para ofrecer la acción de gracias no solamente es con riquezas materiales, sino que la mejor ofrenda es reconocer de todo corazón el amor de Dios y confesarlo de vida y palabra.
El leproso agradecido
 En consonancia con la primera lectura el evangelio toca el tema de la lepra; enfermedad que excluía a la persona en el campo social y religioso, pero el señor cambia esta lógica humana mediante actos como cuando Jesús va de camino a Jerusalén y los leprosos salen a su encuentro, Él no los rechaza ni los excluye, al contrario les da la dignidad de seres humanos; ese ir por el camino implica nuestra vida, nuestra historia, nuestro cotidiano vivir, en el cual salimos al encuentro de Jesús para que nos sane de muchas lepras que nos quitan la paz, excluyen y destruyen como el odio, el rencor, la venganza, la mentira, la infidelidad, el robo, la hipocrecía, el orgullo, la vanidad, la indiferencia hacia Dios, el creernos auto suficientes, todos poderosos y la ira; es bueno gritar hoy en este mundo egocentrista y materializa ¡Jesús Maestro, ten piedad de nosotros!
Cuando acudimos con sinceridad al Señor, Él nos hace libres, hombres y mujeres nuevos, con ganas de vivir y amar, debemos seres agradecidos como el samaritano que al quedar sano reconoce el amor de Dios, profesando de vida y palabra que Jesús es quien le da sentido a mi vida, mi familia, mi trabajo y mis proyectos.
También encontramos en el camino de la vida algunos leprosos que quieren quedar sanos por intereses egoístas, buscando comodidades materiales, que únicamente buscan a Jesús cuando están necesitados, cuando quieren tener algo, cuando están en alguna encrucijada; tienen en su corazón un Dios costo - beneficio al que obligan a cumplir sus caprichos y si no los satisface entran en rebeldía con Él, es decir en su corazón sigue reinando el egoísmo, la venganza , el rencor, la vanidad, la mentira, la infidelidad, como lo demostraron los nueve leprosos que no reconocieron el amor de Dios, siguen siendo esclavos de tantas lepras que los destruyen poco a poco.
Cuando nuestra FE es profunda en Jesucristo salimos a su encuentro en el camino de nuestro existir y gritamos con el corazón inflamado de amor que tenga misericordia de nosotros, para tener la valentía de lavarnos, limpiarnos, de comenzar una vida nueva (CONVERSIÓN), esto nos permite tener SENTIDO DE GRATITUD  con el Señor por todas las maravillas que el hace cada día, cada hora, cada minuto, cada instante en nuestras vidas; es reconocer el amor de Dios cuando comparto el pan con mi familia, cuando me regala un nuevo día, el tener salud, poder tener un empleo digno con el cual dignifico a los mios, el poder expresar el amor y la alegría con quienes me acompañan y me guían.
QUE EL SEÑOR, DUEÑO NUESTRO AUMENTE NUESTRA FE, NOS DE LA FUERZA DE LLEGAR A LA CONVERSIÓN Y SER AGRADECIDOS POR TODOS LOS PRODIGIOS QUE ÉL REALIZA EN NUESTRAS VIDAS NOCHE Y DÍA. AMEN.

COMPARTO ESTE PEQUEÑO CUENTO SOBRE LA HUMILDAD Y LA GRATITUD

SABER SER AGRADECIDO
Un día, caminando por el parque, pensaba qué podría pedir para mi cumpleaños. En eso vi a un mendigo sentado, viendo las palomas. Me pareció curioso que con ese aspecto abandonado mirara esas palomas con una sonrisa tierna y alegre…
Yo me sentía dichoso y completo, pues estaba orgulloso de mi vida, no me faltaba nada: tenía un buen trabajo que me dejaba mucho dinero, con lo que cubría las necesidades y hasta los caprichos míos y de mi familia. Tenía unos hermosos hijos. En fin, gracias a mis horas de trabajo, no nos faltaba nada, nada….
Me acerqué a aquel vagabundo y le pregunté: “Disculpe… quisiera preguntarle algo”.
El hombre me miró sin decir palabra, pero con su sonriente rostro mudo me decía “Usted dirá…”
Pregunté: “¿Qué pediría si hoy fuese su cumpleaños?”
Yo ya imaginaba su respuesta: dinero; lo cual me permitiría sentirme muy satisfecho al darle un par de billetes y haber hecho mi buena acción del año…
Me fui de espaldas al escuchar su respuesta:
Mire, si pidiera algo más de lo que ahora tengo, sería terriblemente egoísta. Yo ya he tenido de todo lo que un hombre necesita en esta vida, y mucho más.
Vivía con mis padres y un hermano, antes de perderlos a todos en un trágico accidente. Tanto mi padre como mi madre eran personas maravillosas que se desvivían por darme todo el amor que podían. Cuando los perdí sufrí mucho. Pero entendí que hay otras personas que nunca tuvieron el amor de sus padres, y me sentí agradecido con la vida.
Cuando era jovencito me enamoré de una bella niña de mi barrio. Cuando crecimos, un día nos dimos un beso, con gran ternura y delicadeza. El amor crecía, pero un día su familia y ella se mudaron de ciudad. Mi corazón sufrió terriblemente. Pienso en esas personas que nunca han conocido ese amor tan limpio, y me siento agradecido por haberlo vivido.
Recuerdo un día en que un niño, se tropezó, dándose un fuerte golpe. El pobre niño lloraba. Me acerqué para ayudarlo, y jugué con él unos instantes para distraerlo. Fueron sólo unos minutos, pero me sentí padre de ese niño, y fui feliz porque hay hombres que aunque tienen hijos no saben lo que se siente ser padre… Cuando siento frío y hambre, recuerdo la sabrosa comida que mi madre nos preparaba, y el calor de nuestra casita; pienso que hay tantos que nunca lo han tenido.
A veces alguna persona me regala una pieza de pan. Yo lo agradezco, y busco a alguien para compartirlo, porque el placer de compartir, es algo muy grande, y créame, hay tanta gente que aunque tengan muchas cosas, nunca saben lo que es compartir.
Así que, ¿qué más podría pedirle yo a la vida si ya lo he tenido todo? Como aquellas palomas… ¿Qué necesitan ellas? Lo mismo que yo: ¡Nada! Estamos muy agradecidos al cielo por regalarnos la vida y nos permite disfrutarla.
 
Sus palabras quedaron resonando en mi interior. Me quedé inmóvil, pensando en esas sabias palabras que me habían abierto los ojos, ahora llorosos. Me invadió un arrepentimiento enorme de cómo había caminado por la vida, sin haberla realmente vivido… Yo no era muy creyente, pero pienso que aquel hombre era un Ángel que, disfrazado de mendigo, había sido enviado para traerme el más preciado regalo de cumpleaños: La humildad.


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